miércoles, 20 de enero de 2010

Tarde pero llega...¡El Cordero a su corral!


Extradición. Fue detenido ayer en Santana do Livramento

Cordero será entregado hoy a la Justicia argentina

Los médicos autorizaron su traslado.

ROGER RODRIGUEZ | rogerrodriguez@adinet.com.uy

La Policía Federal lo detuvo en la mañana del martes y se le hizo un chequeo médico. Será trasladado por vía terrestre esta mañana y al mediodía lo entregarán a Interpol argentina que lo aguarda en la frontera con Paso de los Libres. Lo recluirían en la cárcel de Marco Paz, donde están presos sus socios argentinos de Automotores Orletti.

La Policía Federal de Brasil detuvo ayer al torturador Manuel Cordero, quien será entregado hoy en la frontera de Uruguayana-Paso de los Libres a Interpol de Argentina para juzgarlo por sus crímenes de lesa humanidad, confirmaron a LA REPUBLICA voceros del Movimiento Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de Porto Alegre.

El coronel (r) Manuel Cordero fue detenido por la policía brasileña ayer de mañana en el domicilio de su cuñado en la rua Uruguai 1007 de la ciudad de Santana do Livramento, donde cumplía prisión domiciliaria y, sin dejarle hacer siquiera las valijas, fue encarcelado en una dependencia de la Policía a la espera de su traslado a Argentina. La extradición del militar uruguayo había sido aprobada el 6 de agosto de 2009 por el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil, luego de un dilatado proceso iniciado en febrero de 2007, cuando Cordero fue detenido en esa ciudad fronteriza y se lo trasladó a dependencias de la Policía Federal en Porto Alegre. Cordero había fugado de Uruguay en 2004 para eludir un juicio de desacato con ofensa que le inició el juez penal José Balcaldi, quien le instruía una causa por apología de la tortura debido a declaraciones en las que el militar defendió el uso de apremios físicos sobre los presos políticos de la dictadura militar que asoló el país entre 1973 y 1985.

Con un médico y por tierra

La detención de Cordero cerró una serie de maniobras jurídicas y mediáticas que su abogado, Jose Favero, venía realizando en las últimas semanas para intentar posponer el envío del militar uruguayo a Argentina: interpuso distintos recursos que van desde un habeas corpus a una interpelación, pese a que el fallo del STF era inapelable.

Favero había declarado a la prensa que nadie se llevaría a Cordero en menos de seis meses, ya que el torturador debía realizarse un supuesto cateterismo en Porto Alegre debido a su seria dolencia cardíaca. Sin embargo, Cordero no había asistido a un examen forense establecido para el pasado 23 de noviembre. Esa presunta enfermedad del militar uruguayo fue lo que le permitió gozar de una prisión domiciliaria, sin custodia alguna, en la casa de su cuñado, donde fue grabado en múltiples salidas en las que aparecía bebiendo cerveza en el cercano bar La Iguana o fumando y corriendo cuando se dio cuenta de que la prensa lo filmaba. En la jornada de ayer, Cordero fue sometido a un chequeo médico, en el que se concluyó que podía ser trasladado a Argentina por vía terrestre (se aducía que en su condición no podía subir a un avión) en compañía de un médico que velará por su integridad en el trayecto de 350 kilómetros que lo separan de Uruguayana.

Un puente de 1.419 metros

En la ciudad de Uruguayana ya se encuentra un equipo de Interpol argentina, que será el encargado de trasladar a Cordero hasta Buenos Aires, donde le aguardan los funcionarios del Juzgado Federal de 7º Turno, actualmente a cargo del juez Norberto Oyarbide, quien instruirá en primera instancia la causa contra Cordero. Cuando Cordero termine de recorrer los 1.419 metros del Puente Internacional Augustín P. Justo­Getulio Vargas (como se denomina la conexión fronteriza inaugurada el 12 de octubre de 1945 por los presidentes Juan Domingo Perón y Eurico Gaspar Dutra) y llegue a la ciudad de Paso de los Libres, Corrientes, comenzará otra historia judicial. Cordero será juzgado por el secuestro de niños y la desaparición de Washington Cram, Alberto Mechoso, León Duarte, Ruben Prieto, Ary Cabrera, Adalberto Soba, Hugo Méndez, Francisco Candia, María Islas Gatti de Zaffaroni, Jorge Zaffaroni y María Claudia García de Gelman, en el centro de torturas Automotores Orletti en 1976. El militar uruguayo probablemente será recluido en la cárcel modelo de Marco Paz, ubicada a 48 kilómetros de la capital, en la provincia de Buenos Aires, donde ya se encuentran detenidos Raúl Guglielminetti, Rubén Visuara, Honorio Martínez y Jorge "el tigre" Acosta, sus socios de la coordinación represiva conocida como Plan Cóndor.

Fuente:http://www.larepublica.com.uy/politica/397149-cordero-sera-entregado-hoy-a-la-justicia-argentina

Foto:Xanti Revueltas http://www.rebelarte.info/spip.php?article192


Haití: nación históricamente esclavizada

Fuente: Brecha Brecha - Montevideo, 26 de julio de 1996... totalmente vigente.

Los pecados de Haití
Eduardo Galeano

La democracia haitiana nació hace un ratito. En su breve tiempo de vida, esta criatura hambrienta y enferma no ha recibido más que bofetadas. Estaba recién nacida, en los días de fiesta de 1991, cuando fue asesinada por el cuartelazo del general Raoul Cedras. Tres años más tarde, resucitó. Después de haber puesto y sacado a tantos dictadores militares, Estados Unidos sacó y puso al presidente Jean-Bertrand Aristide, que había sido el primer gobernante electo por voto popular en toda la historia de Haití y que había tenido la loca ocurrencia de querer un país menos injusto.

El voto y el veto
Para borrar las huellas de la participación estadounidense en la dictadura carnicera del general Cedras, los infantes de marina se llevaron 160 mil páginas de los archivos secretos. Aristide regresó encadenado. Le dieron permiso para recuperar el gobierno, pero le prohibieron el poder. Su sucesor, René Préval, obtuvo casi el 90 por ciento de los votos, pero más poder que Préval tiene cualquier mandón de cuarta categoría del Fondo Monetario o del Banco Mundial, aunque el pueblo haitiano no lo haya elegido ni con un voto siquiera.

Más que el voto, puede el veto. Veto a las reformas: cada vez que Préval, o alguno de sus ministros, pide créditos internacionales para dar pan a los hambrientos, letras a los analfabetos o tierra a los campesinos, no recibe respuesta, o le contestan ordenándole:

-Recite la lección. Y como el gobierno haitiano no termina de aprender que hay que desmantelar los pocos servicios públicos que quedan, últimos pobres amparos para uno de los pueblos más desamparados del mundo, los profesores dan por perdido el examen.

La coartada demográfica
A fines del año pasado cuatro diputados alemanes visitaron Haití. No bien llegaron, la miseria del pueblo les golpeó los ojos. Entonces el embajador de Alemania les explicó, en Port-au-Prince, cuál es el problema:

-Este es un país superpoblado -dijo-. La mujer haitiana siempre quiere, y el hombre haitiano siempre puede.

Y se rió. Los diputados callaron. Esa noche, uno de ellos, Winfried Wolf, consultó las cifras. Y comprobó que Haití es, con El Salvador, el país más superpoblado de las Américas, pero está tan superpoblado como Alemania: tiene casi la misma cantidad de habitantes por quilómetro cuadrado.

En sus días en Haití, el diputado Wolf no sólo fue golpeado por la miseria: también fue deslumbrado por la capacidad de belleza de los pintores populares. Y llegó a la conclusión de que Haití está superpoblado... de artistas.

En realidad, la coartada demográfica es más o menos reciente. Hasta hace algunos años, las potencias occidentales hablaban más claro.

La tradición racista
Estados Unidos invadió Haití en 1915 y gobernó el país hasta 1934. Se retiró cuando logró sus dos objetivos: cobrar las deudas del City Bank y derogar el artículo constitucional que prohibía vender plantaciones a los extranjeros. Entonces Robert Lansing, secretario de Estado, justificó la larga y feroz ocupación militar explicando que la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma, que tiene "una tendencia inherente a la vida salvaje y una incapacidad física de civilización". Uno de los responsables de la invasión, William Philips, había incubado tiempo antes la sagaz idea: "Este es un pueblo inferior, incapaz de conservar la civilización que habían dejado los franceses".

Haití había sido la perla de la corona, la colonia más rica de Francia: una gran plantación de azúcar, con mano de obra esclava. En El espíritu de las leyes, Montesquieu lo había explicado sin pelos en la lengua: "El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción. Dichos esclavos son negros desde los pies hasta la cabeza y tienen la nariz tan aplastada que es casi imposible tenerles lástima. Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro".

En cambio, Dios había puesto un látigo en la mano del mayoral. Los esclavos no se distinguían por su voluntad de trabajo. Los negros eran esclavos por naturaleza y vagos también por naturaleza, y la naturaleza, cómplice del orden social, era obra de Dios: el esclavo debía servir al amo y el amo debía castigar al esclavo, que no mostraba el menor entusiasmo a la hora de cumplir con el designio divino. Karl von Linneo, contemporáneo de Montesquieu, había retratado al negro con precisión científica: "Vagabundo, perezoso, negligente, indolente y de costumbres disolutas". Más generosamente, otro contemporáneo, David Hume, había comprobado que el negro "puede desarrollar ciertas habilidades humanas, como el loro que habla algunas palabras".

La humillación imperdonable
En 1803 los negros de Haití propinaron tremenda paliza a las tropas de Napoleón Bonaparte, y Europa no perdonó jamás esta humillación infligida a la raza blanca. Haití fue el primer país libre de las Américas. Estados Unidos había conquistado antes su independencia, pero tenía medio millón de esclavos trabajando en las plantaciones de algodón y de tabaco. Jefferson, que era dueño de esclavos, decía que todos los hombres son iguales, pero también decía que los negros han sido, son y serán inferiores.

La bandera de los libres se alzó sobre las ruinas. La tierra haitiana había sido devastada por el monocultivo del azúcar y arrasada por las calamidades de la guerra contra Francia, y una tercera parte de la población había caído en el combate. Entonces empezó el bloqueo. La nación recién nacida fue condenada a la soledad. Nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

El delito de la dignidad
Ni siquiera Simón Bolívar, que tan valiente supo ser, tuvo el coraje de firmar el reconocimiento diplomático del país negro. Bolívar había podido reiniciar su lucha por la independencia americana, cuando ya España lo había derrotado, gracias al apoyo de Haití. El gobierno haitiano le había entregado siete naves y muchas armas y soldados, con la única condición de que Bolívar liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Bolívar cumplió con este compromiso, pero después de su victoria, cuando ya gobernaba la Gran Colombia, dio la espalda al país que lo había salvado. Y cuando convocó a las naciones americanas a la reunión de Panamá, no invitó a Haití pero invitó a Inglaterra.

Estados Unidos reconoció a Haití recién sesenta años después del fin de la guerra de independencia, mientras Etienne Serres, un genio francés de la anatomía, descubría en París que los negros son primitivos porque tienen poca distancia entre el ombligo y el pene. Para entonces, Haití ya estaba en manos de carniceras dictaduras militares, que destinaban los famélicos recursos del país al pago de la deuda francesa: Europa había impuesto a Haití la obligación de pagar a Francia una indemnización gigantesca, a modo de perdón por haber cometido el delito de la dignidad.

La historia del acoso contra Haití, que en nuestros días tiene dimensiones de tragedia, es también una historia del racismo en la civilización occidental.